Ad litteram.

Hoy quiero llorar mares
y ríos, océanos de tinta negra
espesa y densa como estos
fangos como esta bruma
que me acecha.

Quiero saltar por la ventana.
Quiero saltar del edificio más
alto de la tierra, y caer así;
de pies, con la barbilla izada y
esta mirada de ira desenfrenada
y angustia. Inmortal.

Quiero fundir el dolor de todos
los seres vivos y blandir la espada
más afilada que ningún hombre
haya jamas herrado.

Quiero gritar a las farolas, y a
las paredes y romper el asfalto
a mi paso.

Quiero gritar a los peatones que
transitan por las calles de mi pueblo
y a los de las ciudades, sobre todo a los
de las grandes ciudades.

Porque somos cómplices y coautores,
tal vez sin saberlo, de un grave delito,
consumado con gusto y desprecio
al prójimo.

El próximo paso será ir a un banco,
el próximo paso será ir a un banco y
mirar a los ojos a quién duerme allí
y no tiene pan cuando despierta.
Y hablar con él. Y pedirle perdón.

Porque estamos permitiendo que suceda
y en la primera escala de la jerarquía social
se encuentran los productos.

El próximo paso será alzar a todos los
hombres y a todas las mujeres y a todos
los niños y a todas las niñas de la tierra
y acabar con ésta distopia.

Con esta pesadilla que nos roba las
pestañas. Y aun quedan tantos sueños
por cumplir que parece mentira tanta
realidad.

Hiedra inerte, deuda al frente. Instruyamos
en la capacidad de empatizar cuando dicen
querer erradicar la pobreza y hablan de muertos.

Quiero desencadenar
todas las respuestas y dejarlas
aquí sobre el escritorio como
un cadáver que se descompone,
y me desfragmenta y me arrasta
a la nada.

Porque no hay nada más que pueda
hacer hoy, tal vez mañana.

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Ya no escribo pluscuamperfecto.

Que me lo cuenten otros.