Nada lo impide.

Renombremos esta tradición, la voz
del hombre en llamas, tipos incendiados
sobre el papel inmaculado, feroz
lamento sobre nuestros angustiados
escritorios testigos de la precoz
incontinencia verbal. Implicados,
ordenando las palabras, buscando
oro, y el significante adecuado...

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Sin título.

Ya no escribo pluscuamperfecto.

Que me lo cuenten otros.