En guerra.
Fuimos hombres, ahora máquinas y muertos. Caminamos en silencio, contaminados ya de los horrores de la guerra. Cabizbajos, vamos bajo las copas de altos árboles legando tras nosotros manchas rojas en la nieve, cuerpos, inertes, vidas que fueron sesgadas antes de que tuvieran tiempo de degustar su destino. Yo lloro, voy con la esclerótica inyectada en tinta carmesí. Nuestras pupilas siguen buscando con ansiedad cualquier movimiento violento entre las sombras. De repente un miliciano que llego a la ciudad hace semanas se abalanza sobre el capitán y hace danzar un cuchillo hasta su cuello. A mí me cuesta reaccionar porque tengo las manos entumecidas y el arma es muy pesada. Alguien dispara. El miliciano cae al suelo. El capitan se lleva las manos al cuello y sigue caminando. Esta noche es tan oscura que hasta los lobos temen aullar y las estrellas tiritan. Mis huesos tiritan y se filtra en ellos un viento gélido que agarrota mis músculos....