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Mostrando entradas de julio, 2017

En guerra.

Fuimos hombres, ahora máquinas y muertos.   Caminamos en silencio, contaminados ya de los horrores de la guerra. Cabizbajos, vamos bajo las copas de altos árboles legando tras nosotros  manchas rojas en la nieve, cuerpos, inertes, vidas que fueron    sesgadas antes de que tuvieran tiempo de degustar su destino. Yo lloro, voy con la esclerótica inyectada en tinta carmesí. Nuestras pupilas siguen buscando con ansiedad cualquier movimiento violento entre las sombras. De repente un miliciano que llego a la ciudad hace semanas se abalanza sobre el capitán y hace danzar un cuchillo hasta su cuello. A mí me cuesta reaccionar porque tengo las manos entumecidas y  el arma es muy pesada. Alguien dispara.  El miliciano cae al suelo. El capitan se lleva las manos al cuello y sigue caminando. Esta noche es tan oscura que hasta los lobos temen aullar y las estrellas tiritan. Mis huesos tiritan y se filtra en ellos un viento gélido que agarrota mis músculos....

Ad litteram.

Hoy quiero llorar mares y ríos, océanos de tinta negra espesa y densa como estos fangos como esta bruma que me acecha. Quiero saltar por la ventana. Quiero saltar del edificio más alto de la tierra, y caer así; de pies, con la barbilla izada y esta mirada de ira desenfrenada y angustia. Inmortal. Quiero fundir el dolor de todos los seres vivos y blandir la espada más afilada que ningún hombre haya jamas herrado. Quiero gritar a las farolas, y a las paredes y romper el asfalto a mi paso. Quiero gritar a los peatones que transitan por las calles de mi pueblo y a los de las ciudades, sobre todo a los de las grandes ciudades. Porque somos cómplices y coautores, tal vez sin saberlo, de un grave delito, consumado con gusto y desprecio al prójimo. El próximo paso será ir a un banco, el próximo paso será ir a un banco y mirar a los ojos a quién duerme allí y no tiene pan cuando despierta. Y hablar con él. Y pedirle perdón. Porque estamos permitiendo que su...